No hay en el mundo gente sin interés.
Su destino es la historia del planeta.
Cada uno tiene algo particular, suyo,
y no hay planetas que se le parezcan.

Y si alguien vivió discretamente
y congenió con tal discreción,
también fue interesante entre todos
por su misma discreción.

Cada uno tiene su secreto mundo personal.
En su mundo hay un momento, el mejor.
En su mundo hay una hora, la más horrible,
que nosotros desconocemos por entero.

Y si un hombre se muere,
con él muere su primera nieve,
su primer beso, su lucha primera...
Todo se lo lleva consigo.

Sí, permanecen los libros y los puentes,
las máquinas y las telas de los pintores,
sí, a muchas cosas les toca permanecer,
¡pero algo, de todos modos, desaparece!

Tal es la regla del implacable juego.
No son hombres los que mueren sino mundos.
Recordemos a los hombres, pecadores y terrenos.
¿Pero qué sabíamos, en esencia, de ellos?

¿Qué sabemos de los hermanos y amigos,
qué sabemos de su yo único?
Incluso de nuestro propio padre,
aún sabiéndolo todo, no sabemos nada.

Se va la gente...Imposible hacer que vuelva.
No podemos, sus mundos secretos recrear.
Y cada vez siento de nuevo deseos
de gritar ante el imposible regreso...

¡Escuchadme ciudadanos!
Ivan Illich.


"Si somos sinceros, el amor no es más que el hecho de quererse más a uno mismo, a través de otra persona. Así que si algún día vuelves a venir a quererte conmigo, que sepas que te sigo esperando, porque yo tampoco sé quererme sin ti."