Supongamos que desaparece aquel mes, aquel fin
de semana. Supongamos que aquello no acaba conmigo. Supongamos que quiero ir de
nuevo a la estación e intentar captar una imagen mientras llega el tren, y tú
con él. Y ahora, ahora yo supondré que tú no me has olvidado, que no has borrado
ni una sola fotografía mía, ni un solo mensaje, ni una sola carta. Que tu
intención no era la de alejarme matándome poco a poco. Que aún queda esperanza,
que no la hemos desperdiciado toda. ¿Marcarías mi número? Son las cuatro de la
mañana de cualquier día de enero, y es tu silencio el único que ahora me
despierta al caer la noche. Es tan difícil conciliar el sueño después de habértelo
regalado a ti... A veces pienso en llamarte, escribirte para que me lo devuelvas.
Echo tanto de menos a la persona que solías ser antes de conocerte… Antes de
convertirme en la mitad de todo, de nada.
Sin ti me sobra la mitad de todos mis
cigarrillos, los cinco minutos de más después de apagar el despertador, una
cucharada doble de azúcar en el café. Me sobra la mitad de la cama, de la
almohada, del sofá… Sin ti las películas las veo enteras, y leer antes de
cerrar los ojos ha dejado de ser mi estrategia para que me quitaras el libro y siguiéramos
con la poesía debajo de las sabanas. Y sin embargo te fuiste. Y a mí solo me
queda suponer que a ti también te sobran las mismas mitades que a mí. Que tú
también echas de menos mis manos cuando tienes frío. Y que Madrid es la mitad
de bonito sin nuestros besos en la mitad de la gran vía. Sigo notando tu nombre
en mi nuca cada vez que me recojo el pelo. Ojalá decir que te grabaste en mi
piel a fuego fuera sólo una metáfora más. Ojala decir que te llevaste mi
corazón no fuese tan real.
Monica Gae.